Los derechos naturales de los niños
Gianfranco Zavalloni (1957-2012) fue maestro de primaria durante 16 años, luego director escolar en Sogliano al Rubicone, en Romaña, y de 2008 a 2012 responsable de la Oficina Escolar del Consulado de Italia en Belo Horizonte, Brasil «Al trabajar primero como maestro y luego como director escolar, me di cuenta de que casi todos los niños y niñas de Europa o de las familias ricas del Sur del Mundo reconocen los derechos establecidos por la Carta Internacional de los Derechos del Niño (educación, salud, juego...), explica Zavalloni, pero se les niegan casi por completo los que yo defino como «derechos naturales».
Este manifiesto está dirigido a los adultos, también porque los niños lo entienden enseguida. Un poco como decía el Principito: «... a los adultos hay que explicarles siempre todo lo que los niños entienden de inmediato».
1. EL DERECHO AL OCIO
Nos encontramos en un momento de la historia de la humanidad en el que todo está programado, planificado y informatizado. Las familias o la escuela programan prácticamente toda la semana de los niños. No hay espacio para lo imprevisto. Los niños y las niñas no tienen la posibilidad de autogestionar nada, de jugar solos. Es necesario que haya un tiempo en el que los niños estén solos, en el que aprendan a «vivir el sistema de reglas», aprendiendo por sí mismos a gestionar los pequeños conflictos. Y esto sin la presencia excesiva de los adultos. Solo así se llega a ser adultos sanos
2. EL DERECHO A ENSUCIARSE
3. EL DERECHO A LOS OLORES
4. EL DERECHO AL DIÁLOGO
Cada vez más nos vemos obligados a constatar la triste realidad de un sistema de comunicación e información «unidireccional». Somos espectadores pasivos de los numerosos medios de comunicación, sobre todo de la televisión. En casi todos los hogares se come, se juega, se trabaja y se recibe a los amigos «con la televisión encendida». Y la televisión transmite modelos culturales, pero sobre todo moldea al consumidor pasivo. Con la televisión no se toma la palabra. Algo diferente es contar cuentos, narrar leyendas, acontecimientos e historias, hacer un espectáculo de marionetas. En estos casos, también el espectador-oyente puede tomar la palabra, intervenir, dialogar
5. EL DERECHO AL USO DE LAS MANOS
La tendencia del mercado es ofrecer todo preempaquetado. La industria produce cada día miles de millones de objetos «desechables» que no se pueden reparar. En el mundo infantil, los juguetes industriales son tan perfectos y acabados que no necesitan la aportación del niño o la niña. La costumbre de jugar a los videojuegos a menudo es incentivada por la propia escuela que, al proponer la introducción del ordenador, sugiere su atractivo uso lúdico. Y, al mismo tiempo, faltan oportunidades para desarrollar las habilidades manuales y, en particular, la destreza manual. No es fácil encontrar niños y niñas que sepan clavar, serrar, raspar, lijar, pegar... también porque es difícil encontrar adultos que vayan a la ferretería a comprar regalos para sus hijos. El uso de las manos es uno de los derechos más ignorados en nuestra sociedad postindustrial
6. EL DERECHO A UN «BUEN COMIENZO»
Me refiero al problema de la contaminación. El agua ya no es pura, el aire está impregnado de partículas de todo tipo, la tierra está contaminada por productos químicos sintéticos. Se dice que es el resultado no deseado del desarrollo y el progreso. Sin embargo, hoy en día también es importante «dar marcha atrás». Recuperar el gusto por pasear por la ciudad, por estar juntos de forma agradable. Y eso es lo que a menudo nos piden los niños y las niñas. De ahí la importancia de prestar atención a lo que «se come», «se bebe» y «se respira» desde pequeños
7. EL DERECHO A LA CARRETERA
La calle es el lugar donde las personas entran en contacto, donde se encuentran. La calle y la plaza deberían permitir el encuentro. Hoy en día, cada vez más, las plazas son aparcamientos y las calles son invivibles para quienes no tienen un vehículo motorizado. Paradójicamente, las plazas y las calles se han convertido en lugares de alejamiento. Es prácticamente imposible ver a niños jugando en la plaza. Las personas mayores están continuamente en peligro en estos lugares. Debemos reiterar que, como cualquier lugar de la comunidad, la calle y la plaza son de todos... tal y como sigue siendo en algunos pueblos de montaña o en muchas ciudades del sur del mundo
8. EL DERECHO A LO SALVAJE
Incluso en el llamado tiempo libre, todo está preorganizado. Estamos en la era del «entretenimiento». Los parques infantiles están planificados al detalle. Lo mismo ocurre a pequeña escala, en los patios de los colegios o en las zonas verdes de las ciudades, incluido el mobiliario urbano. Pero, ¿dónde está la posibilidad de construir un lugar de refugio y juego, dónde están los cañaverales y los bosquecillos en los que esconderse, dónde están los árboles en los que trepar? El mundo está hecho de lugares modificados por el hombre, pero es importante que estos se compenetren con lugares salvajes, dejados en su estado natural. También para la infancia
9. EL DERECHO AL SILENCIO
Nuestros ojos pueden entrecerrarse y así descansar, pero el aparato auditivo siempre está abierto. Por lo tanto, el oído humano está continuamente sometido a estímulos externos. Me parece que nos hemos acostumbrado al ruido, a las situaciones ruidosas, hasta el punto de temer el silencio. Cada vez es más frecuente asistir a fiestas de cumpleaños de niños y niñas acompañadas de música ensordecedora. Y lo mismo ocurre en la escuela. El emblema de todo esto lo dan aquellos que se trasladan a las afueras de las ciudades y, a pie o en bicicleta, se adentran en la naturaleza para dar un agradable paseo con los auriculares del iPod bien colocados en los oídos. Perdemos ocasiones únicas: el soplo del viento, el canto de los pájaros, el murmullo del agua. El derecho al silencio es la educación para escuchar en silencio
10. EL DERECHO A LOS MATICES
La ciudad nos acostumbra a la luz, incluso cuando en la naturaleza no hay luz. En nuestros hogares, la electricidad nos ha permitido y nos permite vivir de noche como si fuera de día. Por eso, a menudo no percibimos el paso de una situación a otra. Lo más grave es que pocos pueden ver el amanecer y el atardecer. Ya no se perciben los matices. Incluso cuando utilizamos los colores con los niños, ya no recordamos los matices. El peligro es ver solo blanco o negro. Se corre el riesgo del integrismo. En una sociedad en la que las diversidades aumentan en lugar de disminuir, esta actitud puede ser realmente peligrosa